2 de Noviembre: Día de los Fieles Difuntos. Recordamos los rituales y costumbres iglesianas

Lejos en el tiempo, nos propusimos reconstruir las costumbres populares que regían el proceso de un fallecimiento en Iglesia.

Comunitarias02/11/2022JULIO FONSECAJULIO FONSECA
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Ingreso al Cementerio de MaipirinquiFoto: Prof. Ricardo Sanchez Alonso

En el día en que se recuerda a los fieles difuntos, abordamos una serie de costumbres fúnebres en el departamento Iglesia, que seguramente era común a nuestros pueblos mas alejados en San Juan.

El contexto debe entenderse con distancias largas, caminos de tierra, sin empresas fúnebres, sin sacerdotes permanentes, pero con un alto sentido cristiano, familiar y comunitario del momento de partir de este mundo.

Una vez producido el fallecimiento, los deudos comenzaban los preparativos para el rito del velatorio y posterior sepelio. Lo primero era avisar a los vecinos y parientes, si los había lejanos, se recurria a enviar un telegrama en el correo o a traves de la Policía se hacía un breve comunicado. Habia que buscar al médico para que certifique y posteriormente ir a la Iglesia para buscar candelabros, velas y la cruz para comenzar el velatorio. Generalmente las casas eran grandes y permitían preparar una habitación con sillas y lugar para colocar el féretro, muchas veces, el velatorio comenzaba sin ataúd, porque el carpintero del pueblo, debía confeccionarlo a medida. En este oficio recuerdan en Maipirinqui a Don Pelayo Contreras, en Las Flores a Don Raúl Poblete y en Bella Vista a Don Fabian Suarez. Una vez terminado, el cuerpo se colocaba en el ataúd y se armaba la capilla ardiente. 

Muchos ven con asombro y hasta de manera escandalosa, la preparación de abundante comida que era común en estas circunstancias, pero todo tiene su explicación. Es que lejos de los 15 o 20 minutos en que se visita un velatorio hoy en dia en una sala velatoria, en nuestros campos la gente venía de lejos, muchas veces a caballo o en sulky, y venian dispuestos a "acompañar" a la familia durante toda la noche y hasta la hora del sepelio del difunto y como es costumbre la hospitalidad, no podia faltar la comida. Pan casero, semitas, asado, o alguna cabra a la olla y carbonada, eran menúes comunes para pasar el mal momento.

El "luto riguroso" era la obligación de vestir de negro después del fallecimiento del familiar, entre las mujeres de la familia se usaba durante 6 meses, en el caso de muchas viudas lo usaban de por vida. Los varones usaban un moño negro en el brazo que lo llevaban por 6 meses como mínimo. En la casa donde se producía la muerte, se colocaba un moño o crespón negro en la puerta principal, que podia durar mucho tiempo.

Desde la devoción, estas zonas no contaban con Parroquias ni con sacerdotes permanentes, sino hasta los años 90, por lo que las habituales señoras que rezaban en el templo, llevaban adelante las oraciones principales que consistian en nueve rosarios durante el velatorio y el responsorio a la hora del sepelio. Asimismo se destaca "el novenario" que era el rezo durante 9 días posteriores al fallecimiento por el alma del difunto, oficio que se realizaba en la misma casa y habitación donde vívia y fue velado el fallecido.

Al momento del sepelio. el ataúd era cerrado con clavos y era sepultado en tierra, era una obligación moral de acompañar a los deudos y nadie faltaba a este ritual. 

El 02 de Noviembre, era llamado "el día de las ánimas" y los cementerios se llenaban de familiares, que dada la falta de flores por el frío, hacían cuidadosas coronas de flores de papél crepé que las reemplazaban como muestra de cariño y recuerdo de los difuntos. También era costumbre tener a las afueras de la casa, una pequeña gruta dedicada a "alumbrar a las ánimas" los días lunes a la noche.

Lejos de las importadas costumbres de "Haloween", que nada tienen que ver con nuestra identidad, la muerte y los muertos, eran para nuestros pueblos, un paso amargo, pero natural, un momento triste, pero cargado de signos, y sobre todo de una profunda fe cristiana, que motivaba a dar contención y acompañamiento al vecino, al pariente o al amigo que había perdido un ser querido.

Datos: Zulema Morales - Fotos: Prof. Ricardo Sanchez Alonso

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